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Isla Roja : Los Monotes y el proyecto Life+ Teruel


ISLA ROJA 1 Hay un camino surcado de avaricia hacia tu corazón, Leuret, pequeño tambor de sangre animal, mar enfurecido en la memoria de la tierra, gaviota que duerme sobe la garganta de un pan que se sueña plato, tacita de café o piel de agua poniéndose a hervir en los ojos de un espíritu. Y yo era pequeña entonces. Y creía en las tormentas de agosto. Y veía allá a lo lejos las antenas y los ángeles y todas las piernas de las bicicletas que traían el ruido de la tarde, el sudor musical de los amantes. Son los harapos del tiempo, Leuret, viejas fotografías que mudan el color de sus verbos sobre tu paisaje. Y ahí estás tú, tendido en lo hondo de una canción, tarareando moscas hambrientas, familias que habrían de venir a comer porciones de tu fuego para llevarse el misterio a otro país, a otra tierra sin fiebre, sin ese perfume a gasolina y rosa que nos regalabas con tu silencio. ¿Por qué tu belleza insomne continúa dentro de una bala? ¿Hacia qué planeta diriges los circuitos de tu oración? Eres un mar que no existe, rojo, maniatado, con los peces dormidos en la entraña de una piedra, con un ermitaño mínimo excavando con sus dientes bajo la raíz de tu pensamiento. Eres un suicidio en el centro de mi pubis- niño, algo que ya fue antes y que no se nombra, una novia pisando la ceniza de su canto, tal vez, o una guerra de hermanos palpitando aún en el pecho herido de la nieve. Llámame monote, Leuret, maniquí desnudo en mitad de la leche, cadáver de hormiga que regresa al nido de una madre. Llámame mujer fatal y en lo oscuro, lluvia de abril que llega tarde a la sed de los caminos o Dios haciendo pis en la boca homosexual de una manzana. Y yo era anciana entonces, un pedacito de color negro poniéndose a caminar sobre los labios del aire, desplumando alas de borraja sobre tu perfil de imperio cóncavo. Y ahí estabas tú, Leuret, haciéndote grande en las películas del sueño, sirviendo de pasto a los poetas que reniegan de su condición azul, alimentando cuervos y altares y fábricas de cerámica con el cabello muy vivo. Llámame santa, Leuret o mujer bárbara. Pídeme que ofrezca mis pechos a la violencia de la noche y que después me tumbe sobre la última luz de tu tierra a esperar el latido de los trenes. 2 La tumba del pájaro soy yo pasando revista a mis recuerdos. Pero vendrá la ciudad a arrebatarme el color rojo de tu nombre. y diré : “Los monotes son eso que escupe la fantasía de una tierra que arde en Leuret / Es un mar encallado en la memoria / Es un pasar o la nieve abriendo sus piernas para que mi infancia pueda penetrar la piel del cristal que no existe”. Y después vuelta a empezar en la penumbra del sueño porque mañana se morirá un reloj cerca de la boca del viento y saldrán los tambores a cantar con toda su sangre en pie y de los tejados nacerá una rosa enferma de amor amarilla, como la noche áspera de los amantes. Y más tarde: “Saudade”. Se reinicia el círculo. Una piedra haciendo el amor con el silencio de otra piedra. El frío buscando amparo en la boca acuchillada de los árboles. Y diré : “Ollerías del calvario / Y mi abuelo caerá sobre el corazón de su motocicleta / Y una mujer con el pelo rojo encenderá una nube y se pondrá a fumar los capítulos de su pecado”. Y diré : “Santa Bárbara bendita, deja que de mis pechos brote la miel de un hombre bueno, dame la paz eterna de una patria que sepa besar los huecos de mi animal”. 3 Pequeño Rulfo, este alto llano en llamas, es para ti. Este fósforo de vida en mitad del desierto de la luz, es para ti. Todos mis potros desatados, Todos los huecos de mi camisa. Esos hombres que se descansan de la pena, que prenden el paisaje de lo rojo y después abandonan su pensamiento en esta tierra de nadie que un perro ha venido a lamer, son para ti. Pequeño Rulfo, Leuret es un páramo crecido que respira heridas en la boca infantil del aire, un gigante dormido en la tragedia de las horas, un barco que no supo descubrir a tiempo la isla que habría de arrancarlo de su propia piel. Piel roja, como en esas películas que filman el ojo de lo rudo. Piel carmesí, como la huella de una mujer que mata de terror con su hermosura. Pequeño Rulfo, toma el primer autobús y ven. Te espero en aquel bar de San Julián donde se reparten salchichas de flores. Tomaremos sangre de genio en lata y después iremos a pasear cerca del cementerio. Hay un arquillo que separa el mundo de los vivos del mundo de los muertos. Yo he llevado allí mi propia calavera y la he enterrado con la tierra roja de un monote parecido a ti. ¿Sabías que la piedra es nuestro único enemigo? ¿El aliado último del hombre? Pequeño Rulfo, se hace tarde para los diálogos porque el horizonte cierra su telón de carne y nos obliga a buscar cobijo en el sueño. Allí hemos de encontrarnos tú y yo, en la esquina de un pensamiento que bulle, en la imaginación de una bruja que le escribió a Shakespeare cartas de desamor y sal. No tardes pequeño Rulfo. Mira que esta tierra roja tira de mi y me espanta la blancura. Soy capaz de cualquier cosa dentro del vientre de esta tierra, incluso de matar el mes de octubre y después ponerme a hacer el amor con la soledad de sus mariposas.

Este es el poema Isla Roja incluido en el libro colectivo “Recuperando la memoria ambiental”, dentro del proyecto Life+ Teruel, junto con una obra del mismo nombre del señor Ubé. Los dos trabajamos codo a codo en este proyecto.


Se trata de una iniciativa del Ayuntamiento de Teruel que cuenta con el apoyo del Programa LIFE+ de la Comisión Europea. Tal y como indica su página web, servirá “para la recuperación de las antiguas canteras de arcillas, un paisaje cultural y poco común, no sólo como un espacio de ocio, integrándolo en un entorno urbano, sino que también contribuirá a promover la movilidad sostenible y por tanto a paliar el cambio climático mediante la creación y conexión de ejes con el centro de la ciudad, intensificando el uso del transporte sostenible”.


La imagen se expuso junto al resto de obras del libro en la sala de Exposiciones del antiguo Banco de España de Teruel (junio de 2016) y fue portada del especial que el Diario de Teruel le dedicó al mencionado proyecto Life+ Teruel.


En Teruel siempre se ha conocido a este lugar mágico como Los Monotes (ahora Las Arcillas), estructuras que son el resultado de los siglos de extracción de la arcilla para la elaboración de ladrillos y la cerámica própios de nuestra ciudad.


Los dos esperamos que haya más iniciativas culturales similares que sepan aunar diferentes disciplinas artísticas y sirvan tanto para recuperar nuestro pasado como nuestro futuro.


Os dejo unos enlaces con las noticias completas.

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